A veces no hay palabras, sólo imágenes.
El problema, que no lo es, radica en la obligación de mirar y percibir. Luego, interpretar. Es un proceso, porque al externar una opinión propia, hacemos el acto reflejo de mostrar el pensamiento propio, pero suele ser asignado a otr@s. Se dice: el autor hizo esto, dijo aquéllo, etc.
Sin embargo, no puede omitirse que la palabra complementa a la imagen y muestra lo que piensa quien la escribe. Al menos eso parece.
Juego de ajedrez, que,como dice Rosario Castellanos:
Henos aquí hace un siglo, sentados, meditando
encarnizadamente
cómo dar el zarpazo último que aniquile
de modo inapelable y, para siempre, al otro.
Rafael Araujo.
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