No hay a quién
Rafael Araujo
¿Qué hay después?
No tengo respuestas.
Pero imagino a Mircea Eliade hablando sobre el sentido mítico de una vida después de la vida –muerte debiera escribir-, idea aparecida desde el principio de los tiempos, humanos, por supuesto.
Curiosamente las ideas primigenias continúan vigentes en días de la internet –no puedo evitar mi predilección por el género femenino-, cuando la ciencia se acerca a entender los criterios con que Dios creó el Universo; por lo menos así lo creía Setpehen Hawking, quien seguramente ya sabe si existe o no.
Dentro de estas ideas, explorar la vida nos remite forzosamente a los mitos originales y nos lleva a pensar en el destino de todo ser vivo: la muerte.
No sé qué hay después. Sí sé algunas cosas sobre lo que se ha pensado a través de los tiempos. No mucho. Vida-muerte, Cielo-infierno, ciencia-magia, y otros conceptos más para entender nuestra función en el corto lapso de tiempo que llamamos vida.
Una de ellas versa sobre el destino. Nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos: hay un destino. No parece mágico, ni místico en una primera revisión. Quién lo controla, un misterio que torna las veces en seres inconcebibles si seguimos la lógica del concepto: Dios. Sea como fuere, Él controla la vida, a veces con hilos, lazos, cuerdas…
Curiosamente la imagen del lazo puede sintetizarse, estilizarse en una línea. ¿Será por esto que Sandra Díaz decidió abordar la muerte a través del grabado, utilizando líneas y lazos, como se ve en las imágenes?
La imagen artística recrea conceptos místicos, a veces los repite, en otras los actualiza. Hay magia y fe en esta profesión. Alquimia cuando se trata de la gráfica. Esta relación crea otras líneas, éstas son comunicantes. Así, en planos distintos al de la lógica y la intuición, es posible que Sandra haya encontrado este vínculo: línea-lazo, incluso lo extiende para decir visualmente: línea-lazo-gusano. Y así, sin palabras y sin descripciones presenta todo un credo, una fe.
Por otro lado, también del lado de las creencias, porque la intuición es tan humana como la lógica y la palabra, la ciencia razona en una vida que no muere, se recicla. Los átomos que dan forma al ser se liberan, pero, como cualquier persona, no soportan la soledad y se ayuntan, se unen y crean nuevos seres.
La sabia naturaleza lo sabe y no se ruboriza ante el público.
Pareciera una lección filosófica también. Los artistas han seguido el aprendizaje. Captan la realidad, la fragmentan, seleccionan lo que les interesa y la re-crean. Se acercan a la deconstrucción hermenéutica.
Manuel Cunjamá no lo dice, pero lo dibuja.
Plasma a la Naturaleza en este proceso pedagógico donde la persona interesada en oir, oye; y en ver, ve. Además de ilustrar el proceso de desintegración natural, semilla a semilla, plantea universos paralelos. Una imagen desde varias ópticas. Seguramente Manuel le cree a Einstein, todo es relativo, lo que se mira de arriba es distinto desde abajo. De ahí la repetición. De ahí la reconstrucción.
En ambos casos, el de Sandra y Manuel, Manuel y Sandra, este elemento reflexivo sólo es un material más para la creación plástica. La abordan de manera diferente porque diferentes en el mundo somos. Es una temática parecida, al final, solos nos vamos, al menos así parece.
Hoy cuestionas de nuevo.
Y luego de ver lo que Sandra y Manuel vieron, te respondo con las palabras poéticas de Raquel Diana: “S.O.S. debería escribir en alguna parte. Save our souls. Salven nuestras almas./ No hay dónde escribir./ No hay cómo mandar señales./ No hay a quién.”
2009.
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